Una gente extraordinaria

El domingo David tenía que mover las 700 ovejas esquiladas de vuelta a los pastos. Me monté con él en el quad y con los perros pastores fuimos revisando cada recodo de cada pradera y colina para que ninguna oveja se quedase escondida. Los perros son increíbles, suben una colina empinada a toda velocidad, y uno solo de ellos organiza y dirige un rebaño en un minuto. Hacía un día totalmente primaveral, y fue una gozada recorrer la granja motorizados.


Después reunimos las vacas y quedaron divididas en los corrales en dos grupos según el tamaño. Vino un tipo de una empresa a seleccionarlas y al día siguiente las llevaron al mercado de ganado, y yo me fui con ellos para verlo.
Cada granjero ha llevado allí a sus vacas en un camión, y están metidas en corrales numerados, divididas por propietarios y por lotes. Compradores y vendedores se reúnen en una especie de anfiteatro con paneles informativos estilo Wall Street, y las vacas van circulando por lotes. Los paneles indican el numero de bichos, el peso y otros datos, y entonces empieza el carnaval. Es una subasta a voz en grito y a toda velocidad, donde los compradores hacen un simple gesto como tocarse una oreja -igual que en las pelis- y los moderadores van subiendo el precio mientras hay puja, hasta que alguien se queda el lote. David vendió 32 vacas y se llevó unos 1000 euros por cabeza.



Barbacoa octogenaria


Por la tarde teníamos otro evento social, esta vez en nuestra casa. Louise y David colaboran en una asociación de ancianos, y organizaban una merienda-cena en el jardín para todos los que quisieran asistir. Estuvimos montando una pequeña carpa y preparando las cosas para recibir a los abueletes, que llegaron a su vez cargados de cervezas y aperitivos variados. Cualquiera de ellos tenía veranos a sus espaldas para ser mi padre, y más de tres y de cuatro mi abuelo.

Por algún caprichoso designio del destino, las niñas y las abuelas me adoran –maldita sea mi suerte-, así que me instalé entre las señoras y estuvieron dándome coba un buen rato, intercambiando vivencias y aventurillas. La poción mágica  cervecera seguía otorgándome superpronunciación y superentendimiento, y como me dieron barra libre, me puse hasta las cejas de comer y beber, y cuando ya no podía más es cuando empezaron a asar los pollos, costillas, salchichas y filetes, y después llegaron los dulces, todos caseros, todos deliciosos, y casi reviento. En un momento dado me di un respiro y me fui a ver a mis animalitos, los cerdos, las gallinas y el ternerito, a ver si estaban bien. Al fin y al cabo nos estábamos zampando a sus congéneres.


El caso del portátil destrozado


Cuento esta historia para dar a conocer la naturaleza de la gente con la que estoy conviviendo, en su casa, como si fuera uno más de su familia. Una granja que compró el abuelo de David hace 90 años, en la que vivió y trabajó después su padre, y tras él David con su esposa Louise y sus cinco hijos -que ya se han ido de casa- y alguno de los cuales seguirá trabajando la granja en el futuro.

Tienen una copia en 12 dvds de otras tantas cintas vhs de grabaciones familiares desde 1985, cuando se casaron. Por alguna razon los dvds no se pueden copiar, lo han intentado con el Nero y otros software y ninguno funciona. Quieren regalarle una copia a cada uno de sus cinco hijos por Navidad, y me pidieron que le echase un vistazo, a ver si podia hacer algo. Yo lo hago encantado, primero porque estoy aquí como helper y la propia palabra lo dice, ayudo en todo lo que puedo. Y segundo porque no tengo ni idea de vacas pero los ordenadores se me dan bien, asi que volví a codificar los archivos y les hice un dvd nuevo de cada uno, con sus 5 copias correspondientes. Para ellos esto es un mundo igual que para mi lo es esquilar 700 ovejas en un día, y estaban impresionados, más aún cuando me veían en cada rato libre sentado en su ordenador haciendo las 60 copias. El mío no podia ayudar porque no tiene lector de dvds, y ahora tampoco pantalla.
Una soberana torpeza por mi parte llevó a mi portátil a caer al único metro cuadrado de hormigón en las 400 hectareas de terreno de la granja. El porrazo dejó la pantalla inutilizada en un blanco inmaculado, aunque, por fortuna, el resto se salvó. David me llevó a una tienda de ordenadores en la ciudad y me han presupuestado 200 euros, una pasta, un dolor, y sobre todo el disgusto de haberme cargado el ordenador. Para subsanar este agujero en mi precaria economía tendré que estar unos cuatro días extras trabajando en alguna de las granjas a las que vaya. No tengo permiso de trabajo, así que no puedo ganar dinero, pero puedo no gastarlo.
Al volver de la tienda, David se llevó a Louise a un lado y estuvieron cuchicheando un rato, y durante la comida me propusieron pagarme la mitad de la reparación, como agradecimiento por el tiempo que le estaba dedicando a sus videos. Me negué, por supuesto, e insistieron en que querían hacerlo, que era algo que les haría felices. Les dí las gracias por el gesto, volví a negarme y al final tuve que zanjar el asunto con un "absolutely not, the discussion has finished".

El trato que he recibido aquí no se lo dan ni al Principe de Gales. Ellos dos son increíbles, pero es que toda la gente que he conocido a través de ellos esta semana ha sido tremendamente amable conmigo, esforzándose porque les entendiera, integrándome en los eventos y cuidando de que estuviera bien en cada momento. Llegué a esta granja de rebote y me marcho con una experiencia vital y un contacto humano inolvidables.