El final de esta etapa

Tarea para dos días: plantar árboles y cavar una zanja para poner una valla. Lo de los árboles parece sencillo cuando los ves tan pequeñitos en sus macetas, pero cuando te pones tiene su miga. Me metí una buena paliza el primer día, dejando plantaditos los 15 árboles y media zanja cavada, para así tener tiempo libre al día siguiente, en el que había previsión de rico sol primaveral.
Pedí prestada la bici y con la zanja terminada salí de la parcela con mi casco y mi mochila con el agua y algún vívere básico. La carretera se terminó en un par de kilómetros y continué por una pista forestal ascendente donde rompí a sudar como un pollo y a luchar contra mi orgullo para no bajarme y empujar. Orgullo derrotado en pocos minutos, tuve que poner pie en tierra un par de veces en aquel Mortirolo inmisericorde que me hizo recordar que aunque esté en el otro hemisferio sigo siendo un matao para los pedales. La pista se hizo sendero, discurriendo entre bosque, arroyos, prados con vacas y ovejas y unas cuantas granjas aisladas del mundo. La pendiente se suavizó y empecé a disfrutar del paisaje y de la absoluta soledad, no me crucé con nadie en toda la mañana hasta que regresé a la carretera.
Estaba solo en casa y antes de ducharme me tiré en el jardín a contar los músculos que me latían, sentado en mi sitio predilecto donde he pasado tantos ratitos buenos en esta casa, con el perro, una vez más, tumbado a mi lado.

Hoy es mi último día con esta familia. Han sido dos semanas excelentes pero ya es momento de marcharse. A ellos les va costando inventarse trabajos para mantenerme ocupado y yo ya tengo la sensación de que la etapa está finalizada, y tengo que seguir adelante con el viaje. Aunque esta vida es muy diferente a la que conozco, en los últimos días he empezado a entrar en rutina, uno de mis más audaces archienemigos. Es hora de volar.

Como despedida volví a encargarme de la cena con otra de mis especialidades culinarias: la empanada de atún. Desde luego no fue mi mejor obra, por culpa de la salsa de tomate que es totalmente diferente a la que suelo usar, pero a ellos les encantó. Tuve que hacer dos, porque además teníamos la visita de un sobrino –adulto- de Chrissy, y con este guiso personalizado finalizaron mis cenas en la multitudinaria mesa de este comedor.
El balance ha sido sobresaliente, me da la sensación de que no he avanzado demasiado con el idioma, pero he aprendido muchas cosas aquí, he vivido una gran experiencia y, en resumen, he sido feliz.