Aoraki

El que engancha a las nubes. Nombre maorí del Monte Cook, la montaña más alta de Nueva Zelanda con 3.755 metros. La carretera que lleva hasta allí bordea el Lago Pukaki, seguramente el lago más bonito que he visto en mi vida, por el entorno en el que se encuentra precediendo a los gigantes nevados, y por su intenso color azul cian, un color irreal que parece de ciencia ficción. Tal era mi ansia por llegar que prescindí de hacer la compra por el camino posponiéndola para la tarde, sin pensar en que el diminuto pueblo en las faldas de las montañas no disponía de ningún supermercado. Tan solo hay un par de cafeterías a precios de lugar aislado del mundo, y después de comerme un sándwich de atún y queso seguía con el mismo agujero en el estómago, así que ni lo pensé. Ahora me avergüenzo de mi conducta irreverente. Me di una vuelta por las mesas vacías haciendo de coche escoba, y terminé servido con media porción de tarta y la mitad de otro sándwich. Como Carpanta.

Mi bólido de alquiler semigratis –solo pago la gasolina- se deslizó por la pista de tierra durante los 8 km que hay hasta el parking del glaciar Tasman, y después una ligera ascensión a pie.
Los glaciares agonizan. Están muriendo lentamente, y lo peor de todo es que la sensación que dan cuando los ves es exactamente esa. Se mueren. Excepto algunos de los argentinos todos los glaciares del planeta están retrocediendo, algunos a velocidades de vértigo.


El glaciar Tasman tenía una longitud de 85 km hace 40.00 años. Vale, eso es hace mucho, pero es que en 2011 medía 26 Km y hoy tan solo 24. Está retrocediendo a una media de 800 metros anuales. Apenas se ve, allá al fondo, moribundo, enterrado entre las rocas y la tierra que caen de las laderas de las montañas. Lo que más me impresionó de este lugar es lo bien que se visualiza su recorrido de antaño, el enorme agujero desierto de vida que un día fue su cuenca y que ha quedado perfectamente marcado con la retirada del hielo. Más de 700 metros de altitud de diferencia.
Me gusta pensar que son ciclos evolutivos en lugar de la perversa mano del hombre, por muy destructiva que sea, pero lo que parece seguro es que nuestros nietos solo podrán ver los glaciares en los hologramas de sus dispositivos portátiles de teletransporte. Mientras luego puedan mandar un whatsapp, qué más dá.

El que engancha a las nubes se había tomado el día libre de su nombre y se mostraba hoy en todo su esplendor. Eran tan solo las 6 de la tarde y el sol le pegaba de lleno en su cara oeste, a la que se accede por la ruta más famosa del parque, la Hooker Valley Track. Mi idea era hacerla al día siguiente para poder disfrutarla tranquilamente, pero aquella tarde tan espléndida merecía al menos una aproximación y unas cuantas fotos. Llegué hasta el inicio de la ruta como si de verdad me creyese eso que estaba pensando. Aproximación y unas fotillos. Ajá.
Allí estaba el cartel, 3 horas ida y vuelta. Si no hago paradas puedo regresar antes de que se haga totalmente de noche. Pero no tengo agua. Hmmm. Y de repente mis botas estaban andando solas, y yo intentando pararlas, pero ya estábamos llegando al primero de los puentes colgantes, y no hubo marcha atrás.


El punto fuerte del sendero es que siempre vas viendo de frente el magnífico Monte Cook, como una pirámide perfecta con su último tercio blanco inmaculado. Como ruta no es gran cosa, un camino facilísimo sin desnivel alguno y perfectamente marcado. Lo bueno de hacerla tan tarde es que estaba prácticamente solo, y cuando llegué al lago que forma el glaciar en la falda del Aoraki pude disfrutar tanto de la vista como del silencio.

Llegué al coche con las últimas tinieblas, pensando en qué rincón de mi equipaje podría tener algún reducto de comida para la cena. Había tres chicas chinas en mi habitación, tan concentradas en sus teléfonos móviles que ni levantaron la vista cuando entré. Probé con hello y también con ni hao, pero ni caso. Finalmente encontré un poco de arroz y unas verduras deshidratadas y cené tan feliz viendo el Federer-Murray en la pantalla gigante del backpackers, bajo la atenta mirada de las montañas más altas de Nueva Zelanda.